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La Anarquía Es Parte de la Naturaleza Humana

Actualizado: 18 ene 2020



Llegué a Santiago de Chile el 29 de noviembre, para el 1ero de Diciembre ya estaba cantando todas las barras y gritando: ¡paco culiao! con el resto de los y las chilenos en medio de la Plaza Dignidad. En esa mi primera manifestación, así como en todas las demás, reprimieron y así, también como todos, me tocó correr entre lacrimógenas, sirenas y guanacos hacia campo neutro. En realidad, corría hacia la nada porque aún no conocía la cuidad y así entre todo y todos los bullicios terminé llegando a una placita en donde un grupo de personas estaba bailando swing. Rápido me senté para disimular un poco; había gente todavía siendo perseguida pasando el puente a unos 50 metros y la policía hija de puta con escopetas de goma esperaban en la esquina para hacer redada. Sentado fumando pienso: todo es un caos, todo suena, todo se mueve, la gente aun corre, aun grita, pero aquí en esta placita, justo en frente de bellas artes, los bailarines solo bailan.


Recuerdo que en lo que escribía estos rápidos apuntes en mi libreta la emoción de turno era la sorpresa. Parecía que estaba en sueño porque mientras la adrenalina me devolvía el control de mis sentidos podía ver cada vez más la normalidad que se vivía en aquella área fronteriza. Tenemos malabaristas, clavos y ula-ulas, bandas, acordeones y bombos, señoras leyendo, gente conversando. Era raro, pero a su vez genial que la gente no se inmutase estando tan solo a 200 metros del epicentro de la máxima expresión de rebeldía y del símbolo sacro del descontento del país. Fue en ese momento en que me di cuenta que las manifestaciones, la revolución y el anarquismo no son en realidad tan graves. No pueden serlo si tienes a gente viviendo su martes sin más ni más. Obviamente después de casi 70 días de manifestaciones la situación sea normalizado, pero con mayor razón podemos decir que estos actos ‘vandálicos’ y ‘violentos’ no impiden la convivencia y, por lo contrario, son complementarios al normal desenvolvimiento del ser un humano.


Pensaba yo de forma inocente e ignorante que en las manifestaciones reinaban el miedo, que el ambiente era amenazante y además peligroso. El único de estos tres que más o menos entra a imagen es lo de peligroso, pero por el simple hecho de haber tanta gente concentrada en un solo lugar y la existencia de represalias violentas por parte de la policía. La energía que se viven en estos eventos está completamente separada de la imagen que se da a conocer en las noticas y en los periodos. Sí se queman cosas, sí se saquen ciertas tiendas, sí hay enfrentamientos, pero estos no van con carácter malicioso al menos yo no los vi ni los experimenté así. La primera línea defiende no ataca, los grafiteros dialogan no delincan, la gente se cuida, comparte, canta y se divierte.

Sí se queman cosas, sí se saquen ciertas tiendas, sí hay enfrentamientos, pero estos no van con carácter malicioso al menos yo no los vi ni los experimenté así. La primera línea defiende no ataca, los grafiteros dialogan no delincan, la gente se cuida, comparte, canta y se divierte. Sí se escuchan críticas sobre este carácter festivo cuando lo que se demanda son la vida de personas, pero la lucha es solo violenta cuando necesita ser violenta y no por naturaleza intrínseca (no como la violencia como fin). Y aun cuando en efecto la manifestación se pone violenta - por cual sea el caso - no es una obligación ser uno violento. Quizás lo que diga sea obvio para algunos, pero creo es necesario también darlo a conocer a todos ellos que buscan convertir las manifestaciones como parte de su cultura política y buscar por este medio el cambio que la participación política ‘habitual’ no logra producir.



Pero regresando al punto anterior, si la manifestación se torna violenta es por la energía que yace en el ideal que se defiende. El impulso de hacer valer un punto y defenderlo es más fuerte que el de querer destruir todo porque sí, el estar todos juntos y representar una sola voz independiente y libre es lo que lleva a que escenarios de tan temida crudeza se materialicen. La gente no se lanza a destruirlo todo porque les da la gana o porque están aburridos, existe y existirá siempre una razón. El nivel o grado de los actos, ya sean destructivos o no, puede ser visto en medida de la importancia del ideal que se defiende y su relación con el sentimiento que guarda y produce en la gente.


Esto es una reacción lógica; sentimientos tan fuertes, cargados de tanta energía, eventualmente desembocarán en acciones igual de enérgicas y tendrán o resultados increíblemente creativos, acciones destructoras o lo que es más común: ambos. Si uno esta muy feliz no se queda sentado y quieto; sonríe, baila, canta, grita. Lo mismo si uno está muy enojado. Sea cual sea el caso, después de explotar comienza una nueva etapa, la tierra se quema para poder ser cultivada. He de ahí que tenemos que reconocer el poder creativo de las manifestaciones; quemarlo todo requiere de un fuego vivo, quemar todo no significa borrar con todo porque lo que se quema no es todo, pero nos han hecho creer que sí. La vida en sociedad, la vida civilizada no es la única vida, la forma inculcada de ver el mundo no es la única forma. En las manifestaciones se encuentra todo lo que no se dice, todo lo que no sale, todo lo que se vive entre puertas y todo lo que muestra el alma en este mundo tan grismente doliente. Como lo veo esta violencia no viene de la ira ni trata de desembocar en ella, el 'clash' violento es el de resistir una fuerza (la fuerza del orden) que se impone. Como cuando el mar golpe con las olas, parece caótico peor las rocas no hacen nada contra el mar simplemente se encuentran en sazonado impacto.



Y toda esta energía, y en todo lo que desemboca - sean actos ‘violentos ‘o no - son parte de nuestra naturaleza como seres humanos. Las manifestaciones no son tan graves porque no es que estamos ‘dejando de ser personas’, por lo contrario, estamos siendo más personas que nunca al dejarnos llevar por lo que en verdad sentimos. Se ha demonizado la manifestación tanto que ya no somos capaces de distinguir nuestra propia naturaleza en ellas: pluralidad, diversidad, humanismo, camaradería, solidaridad, compasión, todo esto envuelto en mil y un colores, sonidos, música, gritos, piedras, carteles, banderas y disfraces. El desorden es parte de la vida, el presunto ‘caos’ somos nosotros y nuestra naturaleza y, así como lo demuestran los bailarines de swing, este puede existir a la par de la vida ‘civilizada’. Existen dos caras de la misma moneda, pero una ha sido privilegiada y protegida como la única, como ley. El desorden, gritar, cantar, jugar con fuego, pelear, correr, marchar, cabrearse, llorar… es todo parte de la naturaleza humana. Lo que no lo sé, es creer que todos debemos actuar igual, que somos nada más maquinas, que con buenas sillas y buena iluminación podemos sentarnos a trabajar o estudiar nueve horas ininterrumpidas. Lo que no es natural es que la gente suprima lo que siente, que se calle.

Veo en las manifestaciones el ejercicio mismo de abrirse y conectarse con esa parte de uno que ha estado por mucho tiempo castigada, consumida por ‘la moral’, la ‘lógica’, los ‘modales’. En las manifestaciones uno puede decir lo quiere decir, actuar como se siente, el aparente ‘caos’ de las manifestaciones no son un pandemónium, ni una infección a curar, son más bien la respuesta a una necesidad, a un llamado a actuar y VIVIR como seres humanos. Hemos sido encarcelados por la cuidad y hay algo de nosotros que reclama la libertad, tanto a nivel personal como a nivel social. Nuestras sociedades como un solo cuerpo y aunque el resto de él no se mueve todo el tiempo, ahí tenemos los de la resistencia siempre usando las piernas para seguir saltando.




Y no puedo mentir, quemar un bus tiene un fuerte impacto simbólico, parecería que hemos descendido al averno, pero a mí no me pareció muy monstruoso. Será porque nací en el tercer mundo y he visto cosas que la Europa actual está muy lejos de ver y quizás también porque crecí rodeado de montañas y ríos que se desbocan cada vez que llueve; en una ciudad donde las casas se derrumban por deslizamientos, en donde hay miles de perros en las calles, en donde uno ve a la gente subsistir de lo que puedo como puede, en donde la naturaleza aun reina entre los hombres y en donde no hemos sido aun capaces de domarla- vivimos a su todopoderosa merced. En otras palabras, puede ser porque aprendí a ver a la vida antes que al patrimonio. A enfocarme más en las personas y menos en los edificios.

Más en lo que esta sobre la calle y menos en su estética o su higiene. Pero aún así, gran parte del tiempo falsamente llegamos a pensar que el estado ‘siente’, que los supermercados sangran, que quemar el metro es un acto tan salvaje que es inhumano y que solo una calaña es capaz de hacerlo. Después está que se les critica a los jóvenes de estar alucinando y creyendo cosas que no son reales; despertemos, la acera no está viva, las paredes no lloran, los edificios no se lamentan entre todas estas alucinaciones lo único real es actuar en base a lo que sentimos y necesitamos. Cabrearse es humano. Se nos hace sentir pena por calles destruidas, nos hacen repudiar los grafitis porque ‘arruinan’ la vista, porque ‘arruinan’ la imagen de la cuidad. ¡¿Pero de que me estás hablando?! ¿Cuándo llego a ser la imagen de una ciudad y edificios bien cuidados más importante que la gente que vive en ellos? Dicen que pena por la cuidad yo digo que lindo por la gente que finalmente se atrevió a desprestigiar la cárcel en la que viven. Que ahora más bien están actuando en base a lo que sienten y han roto con la creencia que el objeto va antes que la persona.




Antes de terminar, me gustaría también comentar sobre otra creencia mía a cerca de las manifestaciones: nada es personal. Gran parte del miedo o vestigio que hay en contra del anarquismo y las movilizaciones sociales de carácter no pacífico es que la lucha es cuerpo a cuerpo, uno contra uno, tus valores como persona contra los míos, la vida de tus hijos por la de los míos. No, al final todos saben que lo que afecta a uno afecta al otro y que todos somos parte de lo mismo. Uno no lucha contra la gente sino contra los hechos, no contra el burgués, pero por el por qué el burgués es burgués.

Se lucha contra el sistema, contra la organización de los cuerpos, el adoctrinamiento de la mente, la limitación de la vida y a la vida, la falta de acceso, el ahogo que significa simplemente sobrevivir, la falta de descansos, de tranquilidad. Uno puede sentirse amenazado porque el paco lo ficha, puede creer sentirse enojado con alguien por ver cómo le sacan la mierda entre tres a un tipo, pero ese odio no es hacia las personas que lo hicieron porque al final del día no recuerdas sus caras, es hacia todo el órgano, al ejercicio de fuerza por parte de gente comprada, al trato sistemático y la represión programada. Y por eso la lucha continua y continuará siempre, porque los golpes no son personales, puedes pasar la batuta en cualquier momento. Hoy dejo yo la lucha para que alguien mañana la tome, es el anónimo quien lidera la batalla, es el alma, la idea de la gente que perdura, se contagia y permanece, no es una persona en específico, son todas juntas. Y así los pacos también se enfrenten a la multitud como multitud no como gente. Y cuando pegan o se enfrentan con uno no te ven a los ojos, así como para no entablar un vínculo humano. Se vuelven robots, se deshumanizan, es una pena y de esa pena nace un empute porque ¡nos están matando! gente que tuvo que dejar de ser gente por tener que proteger y darles seguridad a los suyos. Es la batalla del desconocido contra el conocido en donde el anónimo son todos y las disposiciones injustas son las que tienen nombre y apellido. Los movimientos sociales reclaman que las personas que tienen el poder de decisión actúen de forma justa y honesta.



Para resumir: 1) Las manifestaciones y el aparente caos que estas parecen promover no son tan graves; podemos vivir en completa armonía con el desorden y la violencia, es más debemos hacerlo para vivir en armonía. 2) Los actos violentos que sí se ven en estas manifestaciones son por una vía de escape para la energía que llevamos dentro que responde a la idea que defendemos y, por el otro, nace a modo de defender y resistir antes de matar y herir. Siempre hay una razón por la que se lanzó la piedra, esto no es un robo. 3) Nada es tan personal como pensamos. No hay miedo cuando sabes que hay gente que te apoya y te cuida. Por eso la lucha nos representa a todos y por eso seguirá siempre hasta cumplir su cometido nunca muere porque para que lo haga tendríamos que morir todos. A todo esto, se le suma la bella capacidad con la que se encuentra el hombre: podemos crear. Porque fuimos nosotros quienes hicimos todo esto y somos también quienes pueden destruirlo. Nuestra invención, si bien necesaria, se nos escapó de las manos; alzamos las reglas, modelos y normas que debían servirnos, les hemos dado status de dios, las hemos protegido con leyes y las hemos dotado de una jauría de perros guardianes. Les hemos dado fe ciega en que nos daría aquello que pensábamos podría darnos, pero nos dieron la espalda y nos pusieron en contra. Nos rebajaron y cambio quienes éramos. Pero aún no estamos vencidos y podemos encontrar la paz, reconciliarnos con nuestra creación, haciendo todo lo que sea necesario y recordando que no hemos de sentir pena pues ninguna de estas cosas tiene alma.





 
 
 

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Por amor al arte, a la vida y a todo aquello que nos llena.

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